El dilema ético entre vivir con dignidad o el derecho a la muerte se ha venido planteando a partir de distintos casos jurídicos, que han conmocionado a la opinión pública y han desatado fuertes debates entre sectores opuestos.
Uno de los casos inherente al tema es el de Terry Schiavo, quien estuvo en coma por quince años con daños cerebrales irreparables. Como ella era incapaz de tomar una decisión en torno a su vida, sus padres y su marido se enfrentaron jurídicamente durante años: los padres argumentaban que “la vida es sagrada, y solo Dios puede quitarla” y el marido defendía “el derecho a una muerte digna” para Terry. Finalmente la Suprema Corte de Florida decidió quitarle a Schiavo el tubo que la mantenía viva. El resultado fue una agonía de quince días.
Otro fue el destino de Ángel Parodi, que estaba enfermo de diabetes y con una pierna amputada. Cuando su cuadro se le agravó, los médicos propusieron acudir a la justicia para amputarle la otra. Ante la negativa del paciente, la decisión de la Justicia fue preservar su derecho a la vida digna. Se basaron en el Artículo 19, que estipula que las acciones privadas de los hombres que no afecten al orden ni a la moral pública como tampoco a un tercero están reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados.
Ramón Sanpedro, por su parte, pasó 29 años postrado en una cama, por estar cuadriplégico, producto de un accidente. Ramón había pedido reiteradas veces a la justicia que le permitieran “morir dignamente”. Ante la negativa de la justicia, Sampedro diseño un plan en el que diferentes personas le facilitaran los distintos elementos para que él pudiera tomar el veneno y grabó un video en el que quitaba todo tipo de responsabilidad a sus allegados.
En los tres casos hay un dilema ético e intervienen distintos factores: las creencias religiosas, los valores personales y culturales, y lo que dictamina la Constitución de cada país. Pero la diferencia radicel es que en el primero la persona no estaba facultada para decidir. También la justicia de cada país se adapta a esa sociedad y al momento histórico.
Nadia Trinchero
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